Una de las consecuencias de ser almendro y cumplir con tu destino, es intentar adelantarte al tiempo para conseguir algo de ventaja a la hora de seguir creciendo.
Por este motivo, en el momento en el que las condiciones se vuelven adversas, la vulnerabilidad de las delicadas flores del almendro se pone de manifiesto y sufren el rigor del final del invierno.
Normalmente las heladas son calladas y silenciosas, y congelan bajo su manto las flores, impidiendo su fructificación. En otros casos, y más en Valladolid donde son excepcionales, son las nevadas las que consiguen su objetivo.
El hielo rodea los brotes del almendro y congela, hasta la próxima primavera, las esperanzas de recoger almendrucos a finales del verano.
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